Cambio de Diario por Lord. J. Stenka

Tercer Cuento, 29 de Junio 2020, Viviendo una Mentira

Cambio de diario

Lord. J. Stenka

«Querido diario: Fue un día muy pesado. Estar con tantos fans al principio me daba ánimo, pero ahora siento que sólo me irrita y que me acosan.

Contigo es el único lugar donde siento que puedo expresar lo que siento. Ni en mis redes sociales, ni en las entrevistas, ni con mis amigos… ¡Oh si pudiera tener amigos! Todos solo me quieren por mi fama, riqueza, guapura. Espero que algún día alguien me ame por quien soy de verdad y no por lo demás. Disfrutaré el viaje de regreso y llegaré a descansar de tanto estrés.»

Darío Conosao terminó de escribir en su diario sus apuntes del día, pues ya estaba oscureciendo y procuraba dormir durante el vuelo de regreso a Ztoria. Había ido al Reino de Suldoz, su país natal, al sur de Zifulia, aunque ahora vivía en Ztoriwood. Había ido para la premiere de su última película, con la novedad de que él mismo había hecho las voces de doblaje en su idioma de origen, el Suliao.

En el evento, todo había salido bien y el público amó su actuación, su voz y toda la película de «Kelner». Ésta trataba de la historia de un mesero que triunfaba en su trabajo porque su buen parecer le hacía aumentar la cantidad de clientes y ventas. Actuaba en conjunto con Gael Alán y era un filme lleno de emociones, buena caracterización y arte.

Estaba nominado a mejor actor del año por su actuación en la película por la comunidad del cine, en los premios «David Philz». Su riqueza excedía el millón de Zopas. Cientos de chicas le mandaban mensajes diariamente, declarándose y proponiéndole matrimonio. Podía decirse que el éxito era su amigo.

— Les habla su capitán, agradecemos que tomen su asiento, pues enfrentaremos unas ligeras turbulencias —se escuchó por los altoparlantes de la nave.

Darío sintió la necesidad urgente de ir al baño y despertó de su sueño. Cuando las turbulencias disminuyeron, corrió inmediatamente a los sanitarios al frente del avión, en la zona de clase alta. Solía viajar en los mejores asientos, lo más alejado posible de otros pasajeros. Dejó todo en su lugar y fue sin miedo, pues no había escuchado las instrucciones del piloto.

Un joven de edad parecida a la de Darío se acercó a su asiento para dejarle un obsequio al famoso actor, pues era su admirador. Tenía la cajita de chocolates en sus manos, un folleto evangelístico de la Biblia y un retrato hecho a mano, con una linda carta al reverso. El muchacho estaba acomodándolo en un lugar visible, cuando el avión hizo un salto muy pronunciado. La tarjeta estaba titulada con una pregunta «¿Sabes quién te ama?» y tenía una explicación larga acerca del amor de Dios y del aprecio de los fans por su trabajo. Ésta salió volando por el aire, junto con los otros dos regalitos. Cayeron junto a la puerta del sanitario, saliéndose los chocolates de la caja.

Con la fuerte turbulencias que se acrecentó, el joven decidió sentarse en el asiento de su actor favorito, por instinto. Se abrochó el cinturón y miró a todos lados con miedo, pues no era fanático de las alturas. Su madre le había convencido definitivamente para subir cuando vieron que Darío estaría en el vuelo. El cual estaba terminando sus necesidades y procuraba regresar a su asiento acolchonado de primera clase para soportar las turbulencias.

Al intentar abrir la puerta, le costó algo de trabajo porque los chocolates estaban derritiéndose en la ranura de la puerta y los papeles se habían atorado. Logró abrirla un poco, pero cuando el avión hizo un movimiento brusco, se cerró.

Darío cayó de espaldas en el pequeño espacio y no pudo levantarse durante toda la caída en picada del avión. Pronto el avión se estrelló y el fuego corrió por los asientos. Extrañamente el haber estado volando por el baño fue lo que le salvó la vida, aunque le costó serias heridas y deformaciones en todo su cuerpo. Ahí estuvo esperando algunas horas hasta ser rescatado.

Fue trasladado al hospital y atendido, pero nadie sabía con certeza quién era, más allá de la probabilidad de ser uno de los 88 hombres que iban a bordo. Él no recordaba mucho de lo que pasó entre que se desmayó y fue rescatado. Solamente tomó aquellos obsequios en la bolsa de su pantalón, sin saber porqué.

Cirujanos plásticos, internistas y otros varios especialistas le estuvieron cuidando y ayudando para su recuperación en todas las áreas de salud afectadas. Todo le dolía y su mente se confundía entre la neblina de los días y las noches.

Había perdido su diario tan querido. Habían pasado tan sólo 7 días desde el accidente cuando fue liberado del área de urgencias y subido a un cuarto. La aerolínea cubrió todos los gastos, aún sin saber exactamente cuál de los pasajeros era. Solamente hubo 28 sobrevivientes. Al parecer había sido un accidente con ambos motores del avión al mismo tiempo, pero no sé podían detectar las posibles causas. Y varios periódicos preguntaban: «¿Dónde está Conosao?»

Una idea en su mente se convirtió en una decisión. No era alguien muy optimista, pero parecía comprender que ese sufrimiento era el costo para obtener una nueva identidad. Los medios de comunicación, desde Vizto Media hasta los reportes oficiales del accidente, establecían que el actor Darío Conosao falleció en el accidente. Su país natal y todo Ztoriwood estaban de luto, por lo que la taquilla para ver «Kelner» vendió a montones.

Ese día, el séptimo desde el accidente, solicitó una pluma y una libreta. A los doctores les pareció fabuloso, pues no había dicho prácticamente nada y temían que sus traumas fueran irreparables. Le trajeron una libreta con la imagen de él actuando en su última película, porque abundaban en el mercado, pero no sabían que «él era él».

«Querido diario: Siete días van desde la última vez que te hablé. Mi vida últimamente ha sido tan sólo estar en el hospital y recibir atención médica para sanar. Tengo una idea maravillosa que poner en marcha, pero debe ser todo perfecto. Quiero dejar de ser yo. Seré alguien nuevo. Nadie sabrá que fui famoso, no tendré problemas grandes y podré comprar con mi dinero una buena casita en la playa y vivir bien.»

Mientras estaba en el hospital no recibió ninguna visita, pues nadie sabía quién era ni sus conocidos creían que seguía vivo. Le era extraño ver las noticias y que se mencionara su virtual fallecimiento, el luto y los memoriales que se le dedicaban. Era una oportunidad inmejorable para empezar de cero y ser «nadie».

Ya se comenzaba a sentir mejor, pero siguió actuando que mentalmente estaba mal. Mantuvo su actuación impecable, pero cuidando que fuera en un nivel medio. Pretendía convencer al personal médico de que podría salir adelante con terapia, pero que sí estaba traumado y no podía saber bien de su pasado o de temas complicados. Así podría marcharse del hospital en cuanto estuviera sano y comenzar una nueva vida.

«Querido diario: Hoy decidí leer aquellos dos papeles que me salvaron la vida en el avión, porque se atoraron en la puerta lo suficiente para hacerme rendir el intento de salir del baño. Por la carta entendí que eran un obsequio para mí… es decir, para Darío el que fuese actor. Venía con unos chocolates, pero se perdieron en el accidente. El chico que me lo mandaba era realmente un admirador y alguien agradable. Me da lástima que él tuviera que morir, al igual que los otros del avión, ninguno tenía la culpa. Mañana te cuento de la segunda cartita…»

«Querido diario: Está interesante el segundo papel, pero no sé, mañana te cuento mejor. En cuanto a mi salud voy mejorando y espero poder salir pronto de aquí. Me he sentido libre, pero no puedo dormir bien en las noches, algo no me permite descansar.»

«Querido diario: Vaya, ese «folleto» fue interesante y me dejó con dudas. Habla de Dios y ese rollo que los cristianos dicen acerca de que todos somos malos por naturaleza. Nunca me ha gustado ese tema, pero algo me hace sentir paz al leerlo. Probablemente me regañes por hacer esto… bueno, eres un diario, como conciencia escrita de lo que pienso y mi pasado… creo que me estoy volviendo loco. El punto es que llamé a un teléfono que venía escrito en el panfleto y me contestó un amable señor que prometió venir a visitarme. Espero que cumpla su promesa, porque muchos de su clase me han decepcionado antes, ésta será la última oportunidad que tendrán.»

Tal como lo había prometido, un alto señor de edad algo ya avanzada entró en el cuarto del hospital donde estaba Darío. Habló con él durante dos horas acerca de todas sus dudas respecto a Dios, acerca de temas como el ejercicio, el trabajo e incluso de cómo preparar un buen asado.

«Querido diario: Hoy estoy inspirado. Recuerdas aquel señor al que llamé por teléfono… pues vino hoy. Y charlamos, un largo rato, acerca de variados temas. Era algo insistente en las cosas de la Biblia y eso, pero estuvo dispuesto a platicar de otras cosas con mucho gusto. Me dijo que se llamaba… bueno, le dicen «Juan Pas Torrente». Me agradó el sujeto y me dio calma la conversación con él. Espero poder verlo luego, aunque debo aclarar pronto mi nueva identidad, para no causar sospechas.»

Pasaron algunos días más y Darío se recuperó completamente, o al menos lo que podía mejorar en el hospital. «Juan Pas» Fue a visitarle un par de veces más. Los doctores le dieron de alta, alrededor de un mes después del accidente. Pero debía volver dos veces a la semana para terapias, chequeos y otros análisis. Todos fueron muy considerados y no le presionaron con respecto a su nombre, su identidad o algo parecido, atribuyéndole un trauma entendible.

Para ese momento Darío ya había decidido ser: Jerónimo Novoa. Simplemente era un nombre curioso que le gustaba, era como un último rol de actuación, que duraría toda la vida. Quería ser un joven agradable, atento, con un poco de locura y problemas familiares de los que no hablaría nunca.

Logró obtener un certificado de registro como si fuera un acta de nacimiento, pues su registro estaba extraño y su «trauma» por el accidente le permitió aprovechar la situación a su favor. Comenzó a alquilar una casa decente en una zona agradable cercana al hospital y al bosque.

Su actuación estaba yendo de maravilla en la primera semana. Nadie sospechaba aún de que no trabajaba realmente, pues decía que su empleo era por internet por proyectos de programación. Era realmente un gran actor y estaba feliz, casi por completo. Tan sólo extrañaba a su familia, pero amigos reales no tenía, por lo que no los extrañaba de verdad.

A los 10 dias de haber sido dado de alta de encontraba mirando la tele y apareció un pequeño documental interesante. Éste contaba, con buena producción y una narración impecable, qué había ocurrido en el accidente aéreo e intentaba responde las preguntas más formuladas acerca del famoso actor que viajaba a bordo.

Pero lo que le llamó la atención a Darío fue que al final mencionaban una frase extraña: «…toda la fortuna de Darío Conosao será donada para la Comunidad del Cine, en búsqueda de apoyar nuevos talentos. ¡En vida nos deleitó con su actuación y ahora nos dejó un legado que servirá para las futuras generaciones de talentosos actores!»

«Querido diario: Acabo de enterarme que hay un problema con mi dinero. No recordaba la cláusula de donación en el contrato que tengo con la Comunidad del Cine. Porque ahí te comprometes a donar tu dinero y lo que tengas de activos cuando mueres, a excepción de que haya algún cambio en el testamento, por hijos o algún proyecto social ya en marcha. Eso complicará las cosas.»

Darío tuvo que comenzar a buscar algún trabajo para seguir viviendo y no morir de hambre en algún punto. De hecho, no estaba tan seguro de seguir viviendo así, en «libertad». Pero quería aprovechar su única oportunidad en la vida de ser un «nadie» que comenzara de cero.

«Querido diario: Me he dado cuenta de que prácticamente no sé hacer nada más allá de la actuación. Mi cara es un desastre, nadie querría contratarme, además de que es arriesgado y terminaría igual que antes. Lo único que aprendí un poco es a ser mesero, por la última película qué rodé, aunque todo fuera actuación. Buscaré trabajo en un restaurante.»

Después de alguna que otra entrevista y llamada de vuelta no recibida, Darío recibió la oportunidad de comenzar en un pequeño restaurante como lavaplatos y ayudando al único mesero cuando era necesario. El sueldo era bajo, pero tenía que empezar por algún lado. Y este lugar se adaptaba muy bien, pues era una mezcla entre comida tradicional de Suldoz, su país natal, junto con comida Zifuliana y popular.

Se llamaba «Sapo Zifular», con un alegre sapo morado como mascota. Tenía demasiados clientes, por su buen servicio y gran sabor. Curiosamente era un local pequeño y los dueños mantenían una postura de no mudarse, expandirse o crear sucursales.

Estando en ese empleo, Darío pudo reconocer a varias personas famosas, incluyendo actores y celebridades de televisión, películas y medios. El Sapo Zifular era de esos lugares populares que a la gente rica les encanta aunque no sea de gama alta. Obviamente, nadie le reconoció de entre aquellos personajes que en algún momento colaboraran con él, ahora sólo era un tal Jerónimo Novoa.

Pasaron algunas semanas y él se sentía feliz de su vida en todos los sentidos y de no ser famoso, de luchar para lograr algo. Pero alguien llamó a su puerta un lunes por la tarde. Era aquel señor que le había visitado en el hospital meses atrás. La primera reacción de Darío fue desconcierto. Ya recordando bien quién era, le invitó a pasar.

— Disculpa que no te había podido visitar antes —comentó Juan Pas al sentarse en uno de los sofás con cierta pesadez por la edad. —Me tardé un poco en dar con tu dirección actual. Había venido la semana pasada, pero creo que estabas trabajando.

—No se preocupe, no tiene usted porqué preocuparse por mí —contestó él antiguo actor.

Charlaron algunos minutos acerca del nuevo empleo de Darío. Después Juan Pas le preguntó acerca de si había pensado en lo que habían hablado acerca de la Biblia. Darío respondió que no, mostrando algo de pena.

—Es tu decisión, pero recuerda que Dios te ama y decidió pagar tu castigo para hacerte libre —le comentó el hombre. —Probablemente te dio una segunda oportunidad, pero diferente a como lo pensarías. Recuerda que frente a Él no necesitas actuar, Él te conoce bien.

Esa noche Darío no podía dormir. Las ideas y recuerdos rondaban su mente, una y otra vez pensaba en lo que ese señor mayor le había dicho. Se levantó de la cama y dio vueltas en su alcoba.

«¿Sabes quién te ama?» Sobre la mesita de su cuarto estaba aquella tarjeta que el joven del avión había querido obsequiarle. La tomó, al igual que el folleto con que venía. Leyó ambos de nuevo, por completo, entre 4 y 8 veces.

Ese día decidió creer en Jesús como Salvador. Agradeció a Dios que aquel joven hubiera arriesgado y sacrificado su vida para decirle eso que tenía que saber. Le marcó a Juan Pas para contarle y éste se emocionó muchísimo.

Los días fueron pasando y la amistad entre Juan Pas y Dario iba creciendo. Darío fue ascendido a mesero, pues su compañero anterior había aceptado una oferta de trabajo en el área de atención al cliente de Zumerkato. Disfrutaba mucho su nueva vida, principalmente la parte de servir a los comensales y ser él mismo, o bueno, Jerónimo.

Entró a trabajar una nueva muchacha al Sapo Zifular, para ayudar en cuanto pudiese. Se llamaba Abigal Asenatsson, proveniente de un país pequeño al norte, fronterizo con Raizeland. Era una joven súper servicial y trabajadora. Y su belleza física acompañaba su noble carácter y sabiduría.

Provenía de una familia humilde y había llegado a Ztoria con el sueño de formar una carrera musical. Deseaba alabar a Dios con su bella e inigualable voz. Personalmente le encantaría poder cantar junto a Caleb Goz alguna de sus composiciones.

Poco a poco ella se ganó el favor de todos sus compañeros. Aprendió a cocinar los platillos del lugar, a atender a los clientes, algo de administración y practicó el idioma hasta casi eliminar su acento nórdico. Era atenta con todos, incluido Darío.

Él estaba interesado en ella, pero sabía que no tenía esperanzas. En primer lugar, su mejor atributo del pasado era su belleza, ahora inexistente. Tampoco tenía mucho que ofrecer económicamente y batallaba aún de salud un poco. Y eso sin considerar sus traumas y que no quería ser tan tonto como para revelar su mejor guardado secreto «por amor».

Habló de ese sentimiento con su amigo Juan Pas y éste le orientó a calmarse un poco y enfocarse en Jesús. Pudo disfrutar de una forma diferente su amistad con ella y entendió que ella lo amaba con el amor de Cristo.

«Querido diario: Por fin siento completo ese amor real que me hacía falta antes. Tantos paparazzi, fans y chicas no eran lo que necesitaba. Quizá creas que es Abigal, pero Dios es quien me ama completamente. Y pues la usa a ella para darme una muestra visible, así como con mi amigo Juan Pas. Pero a veces siento que les estoy mintiendo, porque creen que soy Jerónimo. ¿Qué hago? Creí que la respuesta era un cambio en mi diario vivir, pero creo que el cambio ocurrió en mí.»

Le costó demasiado tomar el valor para compartir con Juan Pas la verdad de su identidad. Su amigo quedó impactado durante al menos 5 minutos. Creía que era una broma, pero después se recompuso y le aconsejó.

—Dios te está llamando a cambiar de tu forma antigua de ser. Es un cambio de diario, de identidad, pero en Cristo no en una mentira. Tú decides si obedecer. Eres muy buen actor, uno tremendo, talentoso. Pero no lo uses para la mentira, sino para la Verdad.

Tras meditarlo, buscar la guía de Dios y pensar, contó su verdadera historia a sus amigos y compañeros de trabajo. Pidió discreción, antes de volver a revelarse al mundo de nuevo. No se sentía listo. Hasta que se decidió y confesó todo en una entrevista épica en televisión internacional con Tomás el entrevistador.

Todas las personas duraron días comentando la noticia, impresionados. Todos se preguntaban «¿Cómo?» Y nadie tenía la respuesta.

«Querido diario: Ya han pasado 5 años desde aquel día en que le entregué mi vida a Dios. Estoy agradecido con Él por todo lo que me ha dado y por este cambio en mí, que no es el cambio de diario vivir que esperaba, pero es mejor. Recuerdo pensar que el cambio más grande sería dejar de escribirte en mi antigua libreta que se perdió en el avión hace años.»

«Querido diario: Ayer no supe que más decirte, pero te tengo una ¡Noticia! ¡Seré padre! Mi esposa Abigal me dijo esta mañana y estoy muy emocionado. Sigo sin creer que ella haya aceptado casarse conmigo hace dos años. ¡Vaya que Dios me ha bendecido sin merecerlo! Mi restaurante va de maravilla, he podido seguir actuando en algunas películas y puedo disfrutar el amor de Dios, mi familia y amigos a diario.»

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