El Final del Túnel por Raquel Figeroa

Primer Cuento, Noviembre- ¿Qué pasará después?

El Final del Túnel por Raquel Figeroa

El ambiente era húmedo, y aunque hacía unos minutos hacía un calor sofocante, un helado frío penetrante se había apoderado de todo el túnel. El nauseabundo olor a desechos era inevitable; y ni aún cubriendo la boca con un trapo podías escapar de él. Una pequeña gotera era lo único que penetraba el silencio y su eco recorría el aparentemente infinito tubo de concreto. Pero el estrepitoso sonido del metal chocando con el cemento rompió la escena, cuando una joven ahí sentada cambió de posición.

—La armadura me cala —dijo con un hilo de voz.

—No se te ocurra quitártela Alma, debemos estar listos para luchar, aún aquí —le contestó otra voz joven pero masculina, de su joven esposo sentado junto a ella. Alma suspiró. Llevaban ya ocho horas ahí metidos y aún no sabían qué hacer. Afortunadamente casi se habían acostumbrado al olor de la alcantarilla, pero morían de frío.

—Caleb, ¿Crees que somos los últimos paladines de la ADV? —preguntó en un susurro preocupado.

El joven la miró seriamente, volteó de nuevo hacia el frente, y con la mirada perdida contestó: —No creo que seamos los únicos que quedan. Aunque probablemente hayan caído varios en la batalla, y otros cuantos deben estar encarcelados o en la cámara de torturas, no te quiero mentir. Pero algo te puedo asegurar, no estamos solos; y te prometo, (confío en el Capitán) que saldremos de aquí de una u otra manera.

Alma sonrió ligeramente y volvió a suspirar. Miro el techo analizándolo; más allá se podían escuchar autos grandes y pequeños, además sonido de balas y de sirenas, si ponías atención.

—Nos siguen buscando —comentó Caleb, viendo que Alma estaba prestando atención a los sonidos de arriba.

—Y no dejaran de hacerlo hasta que encuentren nuestros cuerpos inertes.

Caleb asintió varias veces mientras se mordía el labio inferior y miraba a todas partes.

—Es por que nos tienen miedo —comentó. —Saben todo lo que puede hacer uno solo y quieren acabarnos para que no sigamos defendiendo a la Verdad; pero me temo que no hay mucho que hacer aquí abajo.

—Algo podremos hacer. Ay, me siento terriblemente mal por pensar esto, pero… ¿No hubiera sido más fácil quedarse como todos y no enlistarse a la Armada Defensora de la Verdad? Me encantaba ser paladín, cuando todo era fácil, pero ahora… Caleb, tengo ampollas en los pies y en cada doblez de la armadura. La herida de mi brazo se secó, pero se ve tan negra y huele tan mal que ya ni siquiera me duele. Siento cada hueso de mi cuerpo y mi cabello parece una bola de mala hierba. En cambio, todos nuestros amigos deben estar en sus casas viendo en las noticias cómo nosotros luchamos y seguro todos piensan que simpatizan con El de la Mentira. Nunca soñé casarme clandestinamente y pasar mi luna de miel debajo de las alcantarillas después de una batalla en la que casi morimos.

Una lágrima amarga se deslizó por su sucio rostro dejando una línea casi del color real de su piel.

—Alma, has resistido mucho, eres muy fuerte y te admiro. Pero estás cansada y no piensas claramente… todos ellos no recibirán los honores que recibirá todo paladín fiel, no tienen el privilegio de servir tan de cerca al Capitán y luchar en primera línea contra todo aquello que se opone a la Verdad. El pensamiento de que esto no vale la pena es mentira, y no puedes dejarlo vivir en esa hermosa frente de paladina de la Verdad. Le dio un beso en dicha frente con mucha dulzura.

Alma —quien había estado sollozando mientras Caleb hablaba —se secó las lágrimas y lo volteó a ver mientras intentaba sonreír, pues sus labios aún temblaban por el llanto. Pero su gesto se mudó rápidamente al escuchar algo caerse al agua seguido de un grito interrumpido por agua entrando a su boca. Se pararon tan rápido como es digno de alguien que entrenó tanto como ellos, tomaron sus espadas y corrieron hacia allá. Rápidamente, Alma localizó a la niña que había caído al agua y Caleb se lanzó hacia ella sin pensarlo un segundo. Tomó a la niña por la cintura y la subió a su espalda. Nadando en contra de la corriente, llegó hasta la orilla, donde Alma estaba esperando. Ella levantó a la pequeña desconocida por debajo de los brazos y la recostó con cuidado en el suelo. Mientras, Caleb salía del agua. Con mucha destreza aplicó RCP hasta que la pequeña comenzó a toser y a escupir agua sucia.

Entonces abrió los ojos y se fue incorporando poco a poco y recobrando el color. Se sentó mirando a todos lados y temblando de frío.

—Vaya gran momento para caer al agua, hace aún más frio ahora —comentó Caleb mientras se quitaba las hombreras y el peto para sacarse la camisa mojada.

Alma hizo lo mismo, y como traía dos playeras abajo de la armadura se quitó la de arriba, que era de manga larga para dársela a la pequeña y que usara ropa seca. En silencio los tres, Alma le quitó el pantalón y la playera a la niña y le puso su blusa. Parecía en shock y dejó a Alma hacer todo esto sin ningún tipo de resistencia. La blusa de Alma le quedaba como camisón y pronto entró otra vez en calor.

—¿Cómo te llamas? —le pregunto Alma

—Tres —contestó rápidamente, mirando fijamente a Alma, seria.

—¿Tres?

Tres asintió segura. —Y… ¿Cuántos años tienes Tres?

—Seis.

—Ay, ¡no puedo llamarte Tres! ¿Quién te puso ese nombre?

Tres se encogió de hombros. Alma miró con compasión a la delgada criatura. Tenía el cabello negro, corto y ondulado, su piel blanca como la nieve y sus ojos verdes como aceitunas. Sus labios, que habían dejado de verse azules de frío, eran rojo intenso. Vio a través de sus ojos un alma fuerte, guerrera, que no se rendía fácil y que no le tenía miedo a nada… pero que había sido lastimada y sus riendas eran llevadas por alguien que no la amaba. —No puedo llamarte Tres, así que te llamaré… Déjame ver… Tilda, Tilda Terrwyn. Los ojos de la niña se iluminaron de repente. —Tilda Terrwyn —repitió lentamente.

—Ese es un nombre digno de una valiente guerrera y yo sé que algún día tu harás algo grande —le susurró mientras le daba un toquecito en la nariz. Tilda sonrió por primera vez y siguió a su cuidadora hasta donde estaba Caleb afilando su espada.

—Somos paladines de la ADV —le comentó Alma.

—Lo sabía ya —contestó Tilda.

— ¿A si? ¿Cómo lo supiste? —preguntó Caleb.

—Armaduras viejas.

La pareja se volteó a ver y se rieron. Los Paladines de ADV eran los únicos que seguían usando las armaduras tradicionales.

—¿Y qué haces aquí? —le preguntó Caleb.

—Tenía miedo y estaba corriendo, pero caí en un hoyo y después me levanté y corrí, pero caí al agua y entonces me sacaron.

Caleb asintió, y Tilda bostezo.

—Ven —dijo Alma mientras se sentaba recargada en la pared. —Acuéstate aquí y descansa, mañana veremos si podemos salir. Tilda quiso rechazar la oferta, pero estaba demasiado cansada y no quería dormir en el suelo. Se sentó tímidamente sobre las piernas de Alma y recargó lentamente la cabeza sobre su pecho. Tres segundos después estaba profundamente dormida.

—Hay que entrenarla —dijo decidida Alma a Caleb un rato después de silencio.

—¿Entrenarla? —preguntó confundido.

—Si. Tiene seis años, podemos empezar a entrenarla y… quién sabe, tal vez pueda ser un paso crucial para la resistencia. Además, no tenemos nada que hacer aquí abajo, y tal vez sea ese algo útil que podemos hacer. En vez de intentar salir, entrenarla aquí y cuando esté lista saldremos y nos será de mucha ayuda. Y mírala, ¡Le llamaban tres! Parece que ahora están llamando a los niños del estado como números… nadie puede ser feliz llamándose tres. Yo ya la amo Caleb, esa forma en que me miró cuando le puse un nombre digno… Seguramente huía de algún internado del estado o de… ¡Una prisión! Quien sabe, pero no podemos dejarlo así ¡Lo necesita! Un propósito de vida.

Caleb suspiró. —Tienes razón, pero tengo un problema. Necesita por lo menos cuatro años para que pueda defenderse en una batalla y nueve para que pueda enlistarse en la armada. Y no podemos quedarnos aquí tanto tiempo: no hay comida y esta agua contaminada nos va a matar de algo.

—Caleb —exclamó Alma. —Caleb ¿Qué te pasa? Si el Capitán quiere que entrenemos a Tilda nos dará de comer, de alguna manera, y nos protegerá de las toxinas. ¿Dónde está tu fe?

Caleb suspiró —Tienes razón. Hay que hacerlo, Alma.

Se decidieron y el siguiente día comenzaron a entrenar a Tilda. Ella estuvo feliz y se divirtió mucho con los juegos que hacían para comenzar a entrenar, además resultó ser muy buena con la espada. Pero cuando se terminaron sus provisiones de agua potable y pan, comenzaron a preocuparse. Sin embargo, tal como dijo Alma, el Capitán se preocupaba por ellos y varios paladines pudieron mandar cápsulas aisladas flotando por el agua con ropa limpia y comida para dos. Regresaron la cápsula con una nota agradeciendo y pidiendo suministros para tres. Así transcurrieron los cuatro años del entrenamiento básico de Tilda y su armadura estuvo completa. La desnutrida y pequeña niña asustada se convirtió en una fuerte y alta niña de diez años con una larga y negra trenza y unos ojos verdes más vivos que nunca. Su corazón firme y rebelde, aunque no había sido fácil, había sido domado, y ahora era la más leal y noble guerrera de la Verdad de su generación, aunque ninguno de los tres lo supiera. Pero un día, Tilda sé acercó a sus tutores, muy seria, y dijo: —Alma, Caleb… Tengo algo que decirles. Me habían dado por muerta, igual que a ustedes. Pero seguían buscando. No había señal aquí cuando llegué, pero la tecnología ha aumentado mucho estos últimos años… Nos han podido localizar… Siento que estoy defraudando a mi Capitán por no contarles toda la verdad estos años… es que yo…

Tilda no pudo terminar porque el sonido de una explosión la interrumpió. Una luz enceguecedora los encandiló y entonces descubrieron que había explosiones cada vez más cerca. Caleb comenzó a correr lejos de las explosiones. —Está bien Til, después podrás contarnos. ¡No te preocupes! —exclamó.

Los tres corrieron tan rápido como podían, pero Caleb y Alma no querían dejar a tras a Tilda, así que corrían detrás de ella. Las explosiones los alcanzaron. La onda expansiva lanzó a Caleb y a Alma hacia adelante y cayeron al suelo. Tilda sólo se tropezó un poco e intentó correr de nuevo, pero vio que ellos sé habían quedado atrás. Comenzó a regresarse, pero hubo otra explosión que la empujó hacia atrás, dejando caer escombros y piedras. Sepultó a aquellos a quien ella les debía la vida.

—¡No! —gritó, desgarradamente mientras su rostro se inundaba de lágrimas. —No, no… Cayó sobre sus rodillas y soltó su espada, sollozando amargamente.

Se podría decir que por el gran hueco que había quedado a todo lo largo del túnel entraba la luz del sol, pero la verdad era que afuera casi ni había sol, aunque si más luz que adentro. Por la abertura entro un erguido hombre con una vistosa capa morada y todo vestido de negro, sobre una plataforma flotante. — ¿Tres? —preguntó el hombre fingiendo amabilidad al ver a la niña arrodillada y llorando. Esta se levanto lenta y desafiantemente mientras recogía su espada. La desenvainó decidida, con fuego verde en los ojos y exclamó: —¡No soy Tres! Soy Tilda Terrwyn, Paladín de la Verdad. ¡Y tú acabas de matar a mis amigos con tus horribles bombas!

—Vaya, vaya. Has olvidado quién eres, Tres, y de dónde te saqué yo. Olvidaste todo lo que te prometí. Te di una sola tarea, una fácil, y tendrías todo lo que quisieras. Debías entregar vivos o muertos a esos dos tontos paladines y nada más. Pero no lo hiciste, al contrario, te uniste a ellos y te cambiaste de nombre.

—Alma me puso nombre, ella me amaba de verdad y me enseñó junto con Caleb todo lo que sé. Y no pienso volver a casa. tío, ahora soy una guerrera y lucharé hasta la muerte por la Verdad.

—Ay niñita. Estos te lavaron el cerebro. Ven ya, tus amigos te esperan en casa, te extrañaron mucho. ¡Cuatro años aquí abajo! Debes apestar terriblemente. Vamos.

El hombre la tomo del brazo y la subió a la plataforma. Forcejeó hasta que llegaron arriba, una vez ahí, se soltó y salió corriendo calle arriba. No pudieron alcanzarla y su tío no volvió a verla. Tilda dedicó su vida a defender la Verdad y a entrenar niños en los drenajes. Fue un golpe crucial para la resistencia. Todas las noticias contaron lo sucedido como “los paladines que nunca salieron del túnel y la sobrina del oficial de gobierno que se cambió de nombre y huyó de su tío”, pero yo nunca lo vi así. Alma me cambió de nombre, no yo, un nombre para servir al Capitán. Y ellos no se quedaron en el túnel. La promesa que Caleb le hizo a Alma se cumplió y ellos salieron del túnel para recibir el premio que mereció su trabajo. Sus cuerpos quedaron en el túnel, pero sus almas vieron el final del túnel.

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